A menudo, vemos el sueño como un simple descanso pasivo, un "tiempo muerto" en nuestro día. La realidad es que mientras duermes, tu cuerpo está llevando a cabo procesos metabólicos esenciales que impactan directamente en tu capacidad para mantener un peso saludable y un óptimo funcionamiento corporal. El sueño de calidad no es un lujo; es un aliado metabólico indispensable.
Durante el sueño, se produce una compleja orquestación hormonal. Dos hormonas clave para el apetito y la saciedad, la grelina y la leptina, se equilibran. La grelina, la hormona que estimula el hambre, aumenta cuando no dormimos lo suficiente, mientras que la leptina, la hormona de la saciedad, disminuye. La falta de sueño te predispone a sentir más hambre al día siguiente y a elegir alimentos con alta densidad calórica, saboteando tus mejores intenciones.
Otro proceso vital es la regulación de la insulina y la glucosa en sangre. Dormir bien mejora la sensibilidad a la insulina, permitiendo que tus células utilicen la glucosa de manera eficiente. La privación del sueño, incluso por una noche, puede aumentar la resistencia a la insulina, un factor de riesgo para el aumento de peso y el desequilibrio metabólico.
Además, mientras duermes, el cuerpo realiza labores de reparación. Se segrega la hormona del crecimiento, esencial no solo para niños y adolescentes, sino también para los adultos, ya que facilita la reparación muscular y la quema de grasa. Un sueño profundo permite que estos procesos de regeneración se realicen de manera óptima.
Priorizar entre 7 y 9 horas de sueño de calidad cada noche es una de las estrategias de bienestar más efectivas que puedes adoptar. Convierte tu dormitorio en un santuario oscuro y fresco, y establece una rutina relajante antes de acostarte. Entiende que lo que haces en la cama tiene un impacto tan grande, o mayor, que lo que haces en la cocina o en el gimnasio.