Hoy en día, los supermercados están llenos de productos que prometen ser “saludables”, “naturales”, “light” o “fit”. Pero, ¿realmente lo son? Muchas veces, detrás de etiquetas llamativas hay estrategias de marketing diseñadas para generar confianza… no necesariamente salud.
La clave está en mirar más allá del empaque y aprender a leer la información nutricional con criterio. Aquí te dejamos algunos puntos clave para evaluar si un alimento es realmente saludable:
1. Lee la lista de ingredientes, no solo la etiqueta frontal
El orden importa: los ingredientes se listan de mayor a menor cantidad. Si los primeros son azúcar, harinas refinadas o aceites vegetales procesados, probablemente no sea la mejor opción.
2. Desconfía de términos como “light”, “bajo en grasa” o “sin azúcar”
Muchos productos reducidos en grasa aumentan su contenido de azúcar o aditivos para compensar el sabor. Y “sin azúcar” no significa sin edulcorantes artificiales o sin impacto glucémico.
3. Atención al sodio y a los azúcares añadidos
El sodio excesivo es común en alimentos “ligeros” como snacks horneados o comidas listas para calentar. Y no todos los azúcares aparecen como “azúcar” en la etiqueta: también pueden figurar como jarabe de maíz, glucosa, maltodextrina, entre otros.
4. Cuidado con los “azúcares ocultos” bajo otros nombres
El truco está en el nombre. El azúcar puede aparecer en la lista de ingredientes bajo decenas de términos distintos: jarabe de maíz, dextrosa, maltodextrina, fructosa, néctar de agave, azúcar de coco, entre otros. Aunque suenen más “naturales”, siguen siendo formas de azúcar añadida.
5. Compara productos similares
Dos barras de cereal pueden parecer iguales, pero una puede tener el triple de azúcar o menos fibra. Tómate el tiempo de comparar antes de decidir.
—
En resumen, no todo lo que parece saludable lo es. Aprender a identificar estas señales puede marcar una gran diferencia en tus elecciones diarias. La salud no está en el empaque: está en la información.