Nuestro cuerpo es un sistema complejo donde las hormonas juegan un papel crucial, especialmente en las mujeres. El ciclo menstrual no solo influye en el estado de ánimo, sino también en los antojos, el apetito y la forma en que metabolizamos los alimentos. Comprender esta relación puede ayudarte a tomar decisiones más conscientes sobre tu alimentación.
Durante la fase folicular (desde el primer día de la menstruación hasta la ovulación), los niveles de estrógeno comienzan a aumentar. Esto suele generar más energía, mejor disposición al ejercicio y menor apetito. Es un momento ideal para priorizar alimentos frescos, proteínas magras y carbohidratos complejos, ya que el cuerpo metaboliza mejor la glucosa.
En la ovulación, el estrógeno alcanza su punto máximo y la progesterona empieza a subir. Esto puede generar un ligero aumento del apetito. Incorporar grasas saludables (aguacate, frutos secos, aceite de oliva) puede ayudar a mantener la saciedad y apoyar el equilibrio hormonal.
La fase lútea (después de la ovulación) es donde más cambios notarás. La progesterona predomina, lo que puede aumentar los antojos, especialmente por carbohidratos y azúcares simples. Esto se debe a que las hormonas influyen en la serotonina, la “hormona del bienestar”. Aquí es clave no demonizar los antojos, sino gestionarlos con opciones nutritivas: chocolate negro, frutas dulces o batidos con proteína.
En los días previos a la menstruación, algunas mujeres experimentan síndrome premenstrual (SPM), con hinchazón, retención de líquidos y cambios de humor. Reducir la sal, mantener una buena hidratación y elegir alimentos ricos en magnesio (como almendras o espinacas) puede aliviar estos síntomas.
Escuchar a tu cuerpo es fundamental. En lugar de luchar contra los cambios de apetito, puedes aprender a anticiparse y adaptarse, manteniendo un patrón alimenticio equilibrado y flexible. Así, no solo mejoras tu bienestar físico, sino también tu relación con la comida.